UNA SENDA EN LA
PENUMBRA
(Hacia el corazón de
Japón)
MARÍA ÁNGELES ROBLES
Ediciones La isla de
Siltolá (Levante) 2014
Leí este libro con la
sensación de estar leyendo un buen libro de poesía. Sobre todo
porque es el primer libro de la autora.
Un primer libro siempre
debe ser leído teniendo muy en cuenta su carácter primerizo, pero
en Una senda en la penumbra esta
característica no se evidencia, no se hace palpable. Pienso que
María Ángeles ha escrito muchos poemas antes de publicarlo, poemas
que seguramente ella ha guardado en el cajón, además de ser una
gran lectora, cosa que después veremos reflejada en el Índice de
referencias.
Divide
el libro en cinco partes basándose en las estaciones del año:
empieza con la primavera, sigue con el verano, prosigue con el otoño,
va a dar en el invierno y finaliza el ciclo por donde había
empezado, en la primavera nuevamente, como si quisiera que la vida se
prolongara más allá de la muerte invernal.
La
escritura de la poeta es una escritura tranquila, serena, reflexiva,
coherente con el leit motiv de su libro: la cultura oriental, y en
particular, la japonesa. Nos dice en el prólogo que ha querido huir
del ruido y pienso que lo ha
conseguido.
Los
versos se vierten en pequeños poemas en prosa con el cuidado y el
detalle propios de la tradición que ama.
Nos
dice que lo efímero nunca desaparece, ya
en el primer poema en el ciclo que abre el libro, la estación
primaveral. Creo que no es una simple paradoja sino una declaración
de intenciones. Una forma de decir que la vida tiene un hálito de
eternidad, que pese a nuestro carácter finito, tenemos alma, y todo
lo viviente y hasta lo material, tiene ese aliento vital, esa
energía, que la vida, en suma, es victoriosa ante la muerte.
María
Ángeles nos dice que este libro es un dietario emocional, y cuando
va a cerrar la primera parte, nos habla de la búsqueda del sí
mismo. El último poema es especialmente bello. Nos habla de los
dioses, de la muerte, de la nostalgia, nos dice:
Cómo olvidar las
marcas en la piel ajena. Cómo no caer de rodillas ante el dios de
los otros. Cómo hacer oídos sordos ante el estruendo del corazón
que palpita de nuevo.
Después de estos versos,
se inicia la segunda parte. Verano. Más que un dietario emocional –
que también – veo en el libro un viaje, un viaje al interior de sí
misma, una vivencia del paisaje que nos lleva a los mares interiores,
donde el agua es fría, donde los crisantemos se marchitan – y
entonces es cuando son bellos como una metáfora de la edad adulta y
de la vejez – hay nieve, dolor, belleza y felicidad.
La poeta se conmueve con
la vida e hilvana los poemas, también los haikus, de tal manera que
además de percibir su conocimiento sobre lo que está escribiendo,
conmueve también a los lectores al describir su estado interior, al
mostrarnos cómo influye en ella y no sólo a nivel literario.
En ese viaje interior
intuimos sus recuerdos, su memoria, sus sentimientos, plasmados de
forma bella, en momentos muy asequible pero siempre de manera
poética.
Otoño y siguen los
paisajes – interiores y exteriores – con la misma maestría. Veo
una escritura clásica en la que no faltan los elementos modernos –
como por ejemplo el retrovisor de un coche – que refuerza mi
creencia de que todas las palabras son poéticas, sólo es necesario
tener el suficiente dominio del idioma para saber cómo colocarlas y
que sean hermosas.
María Ángeles sigue
siempre el mismo esquema: la estación, un título y varios poemas –
cortos, normalmente – sobre el título. En otoño nos encontramos
con títulos como Un último intento, Hojas muertas, Más allá,
Otoño, Bosque, Canción del Otoño, Nubes, Nieve de otoño, Viento,
Lo que queda.
La
relación con la naturaleza es armónica y vemos en ella un
paralelismo entre las emociones y los elementos.
En
Invierno quiero transcribir uno de los haikus, que me parece
bellísimo:
En la madera
sobrevive el invierno
como en tu pecho.
No
esperemos nada, nos dice la poeta. Como si eso fuera sencillo, como
si pudiéramos conformarnos con nuestros vacíos, como si el deseo se
tuviera que cortar de raíz. No esperar nada, ni de la vida ni de
nadie. Una aspiración, quizá, a la paz interior, para vivir ese
viaje interno con serenidad.
Finaliza
con primavera. La poeta ama los colores neutros, no quiere los
colores vivos. Su escritura, así, no es enfática sino fluida, no
hay éxtasis sino aceptación. Vislumbro una historia de amor en
estos poemas calmados, serenos. Una historia de amor que se cita en
medio de todas las alusiones artísticas que luego podremos encontrar
en el Índice de Referencias.
Pienso
que es un hermoso poemario que vale la pena leer. Las citas de los
poemas no impiden una lectura acompasada, rítmica, no impiden entrar
en los paisajes, en las historias insinuadas.
Quisiera
terminar con versos de la poeta de esta parte final, versos acertados
y llenos de belleza:
El dolor es una luz
intensa que despeja tus dudas y su cuerpo desnudo la insoslayable
respuesta donde apagar la culpa.
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